La necesidad de reglas claras para que amateursismo y profesionalismo sigan conviviendo

El rugby en nuestro país vive tiempos de cambios acelerados. Con ellos parece haber entrado en una vorágine en la cual es difícil parar la pelota y analizar con claridad qué es lo que pasará en la temporada siguiente. Con tanto cambio, el amateurismo y el profesionalismo quedaron en medio de una discusión que se reavivó en 2011 y aún hoy sigue vigente. Aún sin reglas del todo claras y con un manto de dudas que en este país es moneda corriente, el rugby argentino necesita ir en busca de reglas definitivas y transparentes para seguir adelante en un proceso de crecimiento que sea sostenible para todos los niveles del rugby local.

Con la llegada del profesionalismo a través de la Unión Argentina de Rugby (UAR) para abastecer a los diferentes equipos de su estructura parecía que este tema empezaba a cobrar claridad pero aún se sigue lejos de ello.

Que el rugby argentino vive una revolución no hay dudas. La misma, con inicio en 2010 con el ingreso de los Pampas XV a la Vodacom Cup, se profundizó en 2012 con el ingreso de Los Pumas al Rugby Championship y llegó a su techo en 2016 con la inserción de los Jaguares en el Super Rugby.  Como todo proceso de cambio importante necesita de su tiempo de adaptación y con el mismo los debates internos y externos juegan su papel preponderante para llegar a decisiones que clarifiquen.

Desde el inicio el proceso se desarrolló con problemas. El 18 de abril de 2011 el árbitro dio comienzo al partido y los jugadores del San Isidro Club y Belgrano tomaban la decisión de sentarse en el campo de juego a modo de protesta bajo el lema de “queremos jugar con todos”. ¿Qué ocurría? La Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) no permitía a jugadores remunerados formar parte de sus competencias y quedaban excluidos quienes formaban parte del Plan de Alto Rendimiento con una beca que costeaban entre la UAR y Deporte de la Nación.

Tiempo después, y con numerosas negociaciones de por medio que llevaron meses y donde los jugadores pudieron actuar mientras se resolvía el asunto, estas becas pasarían a estar 100% bajo la órbita de la Secretaría de Deportes de la Nación y el Ente Nacional de Alto Rendimiento (ENARD) y así la URBA aceptaba, con varios en contra de la decisión, que puedan jugar los becados.

El tiempo pasó, los Pampas XV jugaron en la Vodacom (2010-2013, en 2014 jugarían por primera vez la Pacific Cup (2014-2015) y volvían los contratos con la UAR. Mientras algunos jugadores como Cubelli, Landajo, Lavanini y Moroni decidían renunciar para poder jugar en sus clubes, otros como Ortega Desio, Postiglioni y Cordero se mantenían firmes y quedaban excluidos de sus equipo de la URBA. Idas y vueltas a lo largo de los siguientes dos años parecía llegar a su final con el gran salto que se daría en 2016, el Super Rugby.

Con el ingreso de los Jaguares a la máxima competencia del Hemisferio Sur se lograba un calendario completo para los jugadores de elite de nuestro país, comenzaban los regresos desde Europa (condición excluyente para poder seguir siendo parte de Los Pumas) y arrancaban los tiempos del rugby profesional bajo la órbita de la UAR.

Mientras 2016 transcurrió con cierta normalidad ya que desde un principio quedó claro que quienes tenían contrato con la UAR no podría jugar en la URBA, en 2017 nació un nuevo foco de conflicto.

Con el Americas Rugby Championship afianzado, la Nations Cup y el Americas Pacific Challenge la UAR redobló la apuesta y se dispuso a confeccionar una segunda lista para tener un plantel estable de Argentina XV. Mientras esto parecía que no iba a generar un nuevo foco de conflicto porque volverían a estar bajo la modalidad de becados el año arrancó con una nueva sorpresa, quienes estarían bajo esta contratación no podrían jugar para los clubes de la URBA.

Una vez más la UAR había puesto a estos jugadores bajo contratación propia. Lejos de ceder, la Unión de Rugby de Buenos Aires avisó de antemano que, o renunciaban, o no jugaban. ¿La salida? La de siempre. Los deportistas renunciaron, la remuneración pasó a ser bajo la órbita de los organismos gubernamentales y todos contentos.

Lo que no quedó claro y aún hoy no tiene mucha claridad es el paso de quienes juegan para Argentina XV, son parte de Jaguares y aun así pueden jugar para sus clubes cuando están disponibles.

Pero mientras las restricciones fueron y vinieron el debate también se fue modificando y aún sigue latente. Mientras algunos mantienen la postura de que “jugador que cobra no debe mezclarse con amateurs”, otros dicen “mientras sea una beca está bien que jueguen” y unos cuantos opinan que lo más sano es que puedan hacer como se hace en los torneos de varias potencias que pueden moverse entre los profesionalismo y el amateurismo a discreción, hoy en día la resolución final parecería estar lejos de llegar.

Es más, con las recientes vueltas de Santiago Fernández, a Hindú, Lucas González Amorosino, a Pucará,  y las inminentes apariciones de Horacio Agulla, también en el conjunto de Don Torcuato, y Agustín Figuerola, en el CASI, volvió a encenderse el debate sobre los jugadores que regresan de ser profesionales de Europa. En su momento CUBA privó a Ignacio Corleto de volver a jugar en su club, mientras que en 2013 el tema cobró importancia cuando Felipe Contepomi apareció jugando en Newman pocos días después de terminar su participación en el Rugby Championship.

Mientras los rivales se enorgullecen de enfrentarlos, el público se deleita al ver jugadores que levantan la vara y los compañeros se benefician al entrenar y jugar con quienes por algo tuvieron la carrera que hicieron, los mayores beneficiados son los juveniles e infantiles de todos los clubes que los tienen cerca para ver a quienes por mucho tiempo solo pudieron ver por TV o en contados casos vistiendo la camiseta celeste y blanca en el país.

Lo llamativo del asunto radica en que cuando jugadores que no tuvieron la trascendencia internacional que lograron algunos vuelven y a los pocos días están disputando los torneos locales nadie levanta la voz y parece no haber conflicto con su pasado profesional.

El inicio en busca de una solución a cómo debe tratarse todo este asunto podría arrancarse blanqueando realmente la postura de cada uno. ¿Qué se denomina un profesional? ¿Cuál es la diferencia entre el que cobra de la UAR o el que pasa a cobrar lo mismo pero de un organismo del gobierno a modo de beca? ¿El problema es la plata que reciben o su diferencia de entrenamiento? ¿Sería coherente una regla para que al menos puedan jugar cuando necesitan rodaje por vuelta de una lesión con un límite de partido?

Lo que queda muy claro es que es tiempo de enfriar la mente y empezar a tomar decisiones que puedan perdurar en el tiempo y no se termine maniobrando sobre los focos de conflicto con parches. Es tiempo que el rugby argentino madure para que todos sus niveles puedan convivir en armonía y de forma trasparente.

 

Deja un comentario